Al principio del milenio, San Miguel de Allende, ahora uno de los centros artísticos mexicanos por excelencia, vio nacer un proyecto de interiorismo mexicano que sorprendió y encantó a todos sus testigos. Hoy en día, casi un cuarto de siglo después, este proyecto reluce por su diseño atemporal que bien podría robarse varias portadas y miradas en la actualidad.
Se trata de una hacienda construida a final de los años 1700s, rodeada de altos muros y con una superficie de poco más de 3,600 metros cuadrados. Su dueño y visionario, Dorsey Gardner, un entusiasta de la remodelación con amplia experiencia y buen gusto, dejó el proyecto en manos del arquitecto Sebastián Zavala y la diseñadora parisina Anne-Marie Midy. Para arrancar el proyecto, se encargaron de lo urgente: reubicar responsablemente la infinidad de cactus que habitaban la propiedad y deshacerse de los falsos techos instalados en la década de los 50s. Adicionalmente, se modificó el acabado antiguo de las puertas y ventanas. Y mientras Zavala trabajaba corrigiendo los errores del pasado, descubrió y preservó un fresco pintado a mano en la habitación principal. Un fiel testamento al interiorismo mexicano.
“Fue el sueño de cualquier diseñador”
Para continuar con el proyecto, Gardner especificó que no quería usar el estilo tradicional mexicano sino que prefería más bien un esquema neutral. Para lograr esto, les dio carta blanca a ambos profesionales. “Fue el sueño de cualquier diseñador”, comentó Midy quien, junto a su compañero Jorge Almada, se mudó a San Miguel en 1998 y fundó Casa Midy, una firma de diseño especializada en la creación de mueblería y accesorios.
Zavala comenzó por transformar la estructura en un resort de tres habitaciones y cinco baños para artistas, respetando la fuerte influencia de la España Colonial presente en el diseño: las paredes de piedra natural y los imponentes arcos. Zavala añadió un amplio estudio e instaló columnas sólidas en el patio, el cual se hizo con piedra local. También se agregó una nueva habitación de huéspedes en el segundo piso con vista al paisaje arquitectónico de la ciudad.
Por otro lado, Midy y Almada se enfocaron en el diseño de interiores, los cuales, por petición de Gardner, tendrían un toque mexicano restringido. Optaron por alejarse de los acentos decorativos del momento, tales como los azulejos de talavera (excepto en la cocina), y los colores extremadamente brillantes. Sin embargo, se inspiraron en los vastos recursos decorativos de nuestro país: las cortinas se hicieron con yute de Yucatán, los textiles provinieron de fábricas locales, y una gran cantidad de muebles salieron de las tiendas de antigüedades de la región.
El trabajo en equipo y la comunicación efectiva de ideas entre Midy y Zavala, permitió que esté proyecto viera la luz del día a tan solo un año de su inicio. Finalmente, Gardner regresó a San Miguel para ver la maravilla creada tras los altos muros de piedra. Midy estaba tan nerviosa que, para distraerse, fue de compras. Al regresar, encontró un mensaje en su contestadora: “No puedo vivir en una casa como esta”, decía Gardner en el mensaje. Y aunque la diseñadora creyó que moriría de vergüenza, su cliente rápidamente salvó el día: “Porque es digna de un rey.”
Artículo original publicado enELLE DECOR